Juan Aguzzi
Por Argentina pasaron casi todos podría decirse, y si se alude a artistas, músicos en particular, hasta el más impensable se dio una vuelta por el país. En 1985, en la porteña cancha de Vélez tuvo lugar un festival de rock y pop donde una de las figuras estelares fue la cantante alemana Nina Hagen. Su voz lírica, operística, sobre un mosaico sonoro de punk-rock furioso, más sus escupitajos al voleo generaron una escena reproducida más en algunos antros del under que lo que podía verse en un festival. El público no se anduvo con chiquitas y convocado a salivar, lo hizo con velocidad y puntería y el turbante, los aros gigantes, el top a rayas amarillo y blanco y el habitual maquillaje teatral de Nina quedaron algo húmedos. Imperturbable, mientras daba las más altas notas con su voz fluctuante entre soprano y contralto, la cantante blandía su dedo medio de la mano izquierda mirando desafiante a un público enfebrecido. Si hubiera estado más cerca del público, seguro hubiera pateado algunas cabezas.
“Escupieron a Nina Hagen…”, “Hagen no le gustó al público y además los escupió…”, se leyó en títulos de algunos diarios de la época, pero en realidad había pasado lo contrario y los escupitajos de ida y vuelta habían sido parte de lo que buscaba la gente que había ido a verla. En aquel entonces Hagen tenía treinta años y ya era una chica temperamental, tanto en el universo musical como en cierto activismo. Fue clave en esta última faceta Wolf Biermann, un cantautor y poeta que también era un militante social y ambiental y se convirtió en su padrastro tempranamente. Esa visita a la Argentina la encontró presentando In Ekstase (1985), del que hizo varios temas, pero luego desplegó algunos de sus éxitos, entre ellos los covers de “My Way”, que popularizó Frank Sinatra y un poco después los Sex Pistols, y el súper versionado y ya clásico “Spirit in the Sky”, de Norman Greenbaum. Antes de aterrizar en Vélez había descollado en la primera edición del Rock in Río, el festival que en su debut tuvo a Queen, Iron Maiden, Rod Stewart, AC/DC y Yes, entre otras súper bandas y solistas.
Una masturbación pública
En 1976, Hagen abandonó Alemania oriental a bordo de un taxi, en busca de cierta libertad y el rock and roll que no encontraba en su Berlín natal al otro lado de la Puerta de Brandeburgo. Lo hizo junto a Biermann, a quien le habían quitado la ciudadanía por su activismo, y a toda su familia. A partir de allí, la robusta cantante alemana iniciaría una carrera que la llevaría a grabar NunSexMonkRock, su primer disco solista en 1982, donde se dan la mano, ya más afinadas, rítmicas punk, funk y un disonante tono operístico. Poco después se iría de gira con la banda No Problem Orchestra. Antes Hagen integró la banda Automobil, con la que se hizo conocida en la República Democrática Alemana y ya en la RFA formó la Nina Hagen Band, con la que grabaría un disco de título homónimo.
Durante una gira europea, Hagen decide dejar la banda, aunque seguiría cumpliendo con el contrato para grabar un segundo álbum en 1979, Unbehagen, cuya traducción podría ser, muy a tono con su propuesta, incomodidad o inquietud. Ya sin limitaciones para conocer el mundo, Hagen empezó a viajar por recomendación de su discográfica, que quería que se aclimatara a las tendencias de otros países europeos para poder venderla fuera de Alemania. Uno de los destinos elegido fue Gran Bretaña, donde estuvo entre 1976 y 1977, lo que le abrió camino a convertirse a la “religión” punk que profesaban buena parte de las bandas y solistas ingleses de la época. Al mismo tiempo, Hagen fue llamando la atención de los medios y en 1977 tuvo una presentación en un talk show austríaco llamado Club 2, donde simuló una masturbación e inició un altercado con otro invitado generando un verdadero escándalo.
Contacto con Jesucristo
En la órbita de lo privado alternaba relaciones intensas que se estrellaban rápido, como su relación con el rockero holandés Herman Brood, a quien Nina llamó “mi alma gemela” cuando éste se suicidó en 2001; como cuando una de sus managers la denunció por haberla agarrado de los pelos luego de que le dijera que ya se había gastado todo lo obtenido en una gira y ahora solo contaba con diez dólares por día; como cuando sufrió una fuerte adicción a la cocaína y una inesperada maternidad le llegó durante una gira en Estados Unidos, donde en 1981 nació su hija Cosma Shiva Hagen; como cuando pidió públicamente, un par de años más tarde, la legalización del uso recreativo de drogas. En las entrevistas se la escuchaba hablar de religión, política, diversidades, derechos de los animales y hasta de ovnis.
Poco después contó en su autobiografía Soy berlinesa (1988) que la gira por el interior estadounidense había tenido su cuota de pesadilla: antes de salir a la ruta se enteró de que estaba embarazada, pero su manager la amenazó con cancelar el tour si no abortaba. Ella, claro, siguió viendo crecer su panza. Sin embargo, en su primer disco (1974) cantaba un tema llamado “Indescriptiblemente femenina”, cuya letra la pintaba entera en esos años posicionándose como mujer: “…estaba embarazada, tenía ganas de vomitar, no lo quería, ¡ni me preguntes! Tomo pastillas pero igual no voy a tener bebés. ¿Por qué tendría que cumplir con mi deber como mujer? ¿Para quién? ¿Para ellos? ¿Para vos? ¿Para mí? No tengo ganas de cumplir con mi deber. Ni para vos ni para mí. ¡No tengo ningún deber!”, decía la letra en su párrafo principal.
Hagen era afecta a contar historias con componentes místicos o fantásticos. En una entrevista señaló como se acercó al góspel: “En Los Ángeles, mientras grababa un disco con Giorgio Moroder, visité a mi amiga Angeline y como ella es médium se comunicó con Jim Morrison. Sobre el final de la sesión, Morrison dijo que había alguien más allí y que tenía un mensaje para Nina y entonces apareció la gran Mahalla Jackson (famosa cantante de góspel norteamericana) y me pidió que cantara un tema góspel. Yo hice entonces «Hold Me (Master)» y a ella le gustó. Y lo incluí en un disco junto con el «Ave María», pero en Alemania esto provocó un escándalo, la gente dice que es blasfemo, pero yo canto desde el corazón”.
La irreverencia de Hagen le granjeó censuras en varios países y su relación con la religión ha provocado rechazos en los ámbitos más convencionales. En una entrevista en un programa televisivo francés había contado un “encuentro” con Jesucristo que generó cuestionamientos de grupos católicos y de algunos sectores de la misma iglesia: “…Yo creo en Jesucristo, lo amo de corazón. Es más, ¡yo me encontré con él! Ocurrió cuando tenía diecinueve años, durante mi primer viaje con LSD. Fue en el Este, antes de que me escapara. Tres chicos polacos me dieron un ácido y tuve un viaje realmente aterrador. Estaba muy mal y le pedí que me ayudara (a Jesús) y entonces desperté del viaje y él estaba allí, sentado al pie de mi cama, y me enamoré de él como una mujer se enamora de un hombre. Una piedra inmensa cayó de mi corazón y me sentí libre y feliz…”, había explicado ante la perpleja mirada del periodista que la entrevistaba.
Soy travesti
En 1989, para promocionar un nuevo disco titulado simplemente Nina Hagen, para el que convocó a varios otros músicos, entre ellos a Lemmy Kilminster, el líder de Motorhead, grabó un video de fuerte impronta camp donde aparece un hombre como una suerte de ángel al estilo Barbarella, con su pecho desnudo y cabello muy largo, y que no era otro que su pareja de entonces. “Es el hombre de mi vida, lo conocí en una fiesta a la que me llevó (el diseñador de moda) Jean Paul Gaultier. Con él soy feliz como nunca lo fui”, dijo del joven travestido que animaba el video. Es cierto que Hagen también portaba una imagen algo masculina, ya sea por su fiereza, sus declamaciones, sus atuendos o su actitud belicosa. En este sentido apuntó una vez que “…soy una especie de travesti, yo puedo sentir al hombre dentro mío…siempre dije que nací travesti y además con la ventaja de no necesitar una operación…”, para agregar acto seguido: “…si mañana llegan los extraterrestres y tienen apariencia de pescado, bueno, que cuenten conmigo, ¡no me voy a achicar por tan poca cosa!…”
La apabullante Hagen nunca bajó el perfil ni abandonó sus excentricidades ni su activismo: su última “mutación” fue la adopción de la fe cristiana, que se reflejaría en algunos de sus últimos discos como Personal Jesus (2010) y Volksbeat (2011). En 2021, cuando la canciller alemana Angela Merkel dejó el poder, en la ceremonia armada para despedirla, sonó la canción “Olvidaste la película en color”, que Nina había grabado tempranamente junto a su banda Automobil en 1974, que habla de una chica que reclama a su novio por haber llevado solo un rollo de película en blanco y negro cuando se fueron de vacaciones. La letra era una sutil alusión crítica al estado de cosas en Alemania del Este, al que la joven cantautora de esa época consideraba gris y aburrido.
La elección de esa canción por la propia Merkel –que seguramente debe haberla escuchado también muy joven mientras militaba en las filas de un incipiente partido contestatario que luego se convertiría en el Partido Verde– generó sorpresa fuera de Alemania, al haberse inclinado por una artista punk tan extrema, pero, por el contrario, buena parte de los alemanes festejaron que ese tema, del que conocían su letra de memoria, fuera el utilizado en esas circunstancias, porque en el pasado la habían cantado y se habían movido a su ritmo.
Hace diez días atrás la considerada una de las figuras más icónicas del punk, que fue punk casi antes que se convirtiera en un género musical con su propia cultura, llegó a su cumpleaños número 70. Ya no graba discos hace tiempo, pero ha vuelto a girar con nuevo grupo demostrando que, una vez más, es capaz de reinventarse pisoteando el “no future” del que alardeaba en algunas de sus canciones. Cansada de los hombres, vegana y un poco lejos de sus obsesiones con el sexo, la religión y los ovnis, la mujer híper maquillada, pelucas coloridas y rimbombantes y actitud histriónica y desafiante, vuelve a hacer crujir los escenarios.