“¿Qué pasará con Cristina?”, se preguntaba ayer al mediodía una autoridad económica sobre las perspectivas del país. Prestaba más atención a las noticias locales en su celular que a un artículo de Bloomberg, donde decía que Qatar advertía a los buques transportadores de gas natural licuado de no atravesar el Estrecho de Ormuz, entre Irán y Omán, o que el riesgo país seguía cerca de los 700 puntos básicos a casi ya dos meses de salir parcialmente del cepo.
Dentro del mercado, tanto entre los funcionarios como los analistas o banqueros, pareciera que pesa más el temor de la vuelta del populismo macroeconómico (entendiendo por populismo la definición clásica de Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards: priorizar el crecimiento y redistribución del ingreso, menospreciando la amenaza de la inflación, el déficit fiscal, la escasez de divisas y la reacción de las empresas y personas ante las políticas de control de precios o cambiarias), que a los otros riesgos que enfrenta la Argentina como la falta de acumulación de dólares y un contexto internacional más incierto.
Ninguno de los problemas macroeconómicos del país se resolverá rápido y mucho menos este año, como por ejemplo la estabilización definitiva en una tasa de inflación baja o un sector exportador capaz de generar divisas suficientes para mejorar la capacidad de pago de la deuda del país y bajar el riesgo país. Primero, que la desinflación no es lineal y segundo, que los dólares de Vaca Muerta demorarán en madurar, máxime si su aporte es sobrepasado por el gasto de los argentinos en Miami.
El mercado está dispuesto a financiar y acompañar este nuevo ciclo de ilusión, de recrear una economía con más reglas de mercado y menos regulaciones, pero decididamente no perderá un segundo en bajarle el pulgar si por un momento percibe que el país vuelve a la trayectoria de Dornbusch-Edwards, personalizada hoy en la figura de Cristina Kirchner.
Dicho esto, el mercado se pone en un compás de espera. Buscará averiguar o indagar las consecuencias políticas de la mecánica del arresto de la ex presidenta y al parecer todo ello le llevará tiempo para dar su veredicto. Eso preguntarán inversores que llegarán esta semana a Buenos Aires. ¿Cómo será el transcurrir económico de un gobierno libertario con Cristina presa? ¿Cómo funcionará la Justicia? ¿Qué implicancias tendrá para las estrategias del Gobierno en el Congreso de cara a las reformas económicas que buscará sellar después de octubre? Además, con Cristina en el centro de la atención, ¿quedará sellado el debate ideológico dentro del peronismo a favor de una mirada económica que sea un giro de 180° respecto de la de Milei e impida al peronismo dar una vuelta de página a un relato que no supo bajar la pobreza a niveles por debajo de los que tuvieron Menem o Macri aún cuando se invirtió más en ayuda social?
El riesgo de un eventual regreso del populismo macroeconómico en la Argentina sobrepasa los otros dos principales focos de atención del mercado hoy: la acumulación de reservas y el contexto internacional.
El primero resulta en que el BCRA no comprará dólares hasta que el tipo de cambio no llegue al piso de la banda. La pregunta entonces es: ¿y si el precio de la divisa no llega nunca entonces a ese nivel? ¿entonces no se acumularán reservas? Para colmo los extremos de la banda se separarán cada vez más (el techo sube 1% por mes y el piso cae 1%).
En el Gobierno responden que hay maneras de comprar dólares cuando el tipo de cambio se ubica en el centro de la banda, pero que no a través del Banco Central, sino por ejemplo vía el Tesoro (adquiriendo divisas para pagar la deuda), privatizaciones o inversiones. Pero de vuelta razonan muchos, ¿con el fantasma del populismo o de un proyecto político que amenace desestabilizar la desinflación, qué dólares ingresarían o cuántos empresarios hundirían su capital? La dolarización, sea endógena o exógena, choca contra el escollo de la desconfianza que aún anida en la conversación pública de la Argentina como ese funcionario que en vez de Bloomberg miraba el balcón de Cristina desde su teléfono.
El segundo tema que cabe es el contexto internacional. Hoy seguramente la Reserva Federal en EE.UU. mantenga las tasas de interés con lo cual, en principio sería una buena noticia. Pero habrá que ver cuáles son las consecuencias del conflicto en Medio Oriente sobre la economía.
“La geopolítica podría ayudar a la Argentina”, decía anoche el hombre fuerte de un banco extranjero que sigue de cerca el sector energético y las posibilidades de Vaca Muerta. Las entidades financieras están entusiasmadas en prestar plata para proyectos allí porque entienden que los márgenes son redituables y las inversiones seguras. Encima, si los precios del gas o el petróleo suben la ecuación resultará más holgada, razonan. Un buque desde Argentina tenga quizá más costo de recorrido que uno que pase por Irán, pero la probabilidad de ser alcanzado por un misil es menor.
Pero las reservas del Banco Central para afrontar un eventual cambio drástico en las condiciones financieras globales son insuficientes. Ergo, si el Gobierno pospone cualquier ajuste cambiario para priorizar la baja de la inflación de cara a las elecciones, aunque no lo admita, revertirlo será una tarea a encarar más temprano que tarde.
El Gobierno en materia económica sigue dependiendo de si mismo: la baja de la inflación, aunque no sea lineal, es su mejor puntero político para octubre y el único argumento para desterrar el miedo a que después de su plan viene el cuco.