Este miércoles se cumplieron 80 años del lanzamiento de la bomba atómica de Hiroshima. Sin embargo, la peor, la más salvaje fue la de Nagasaki. Se lanzó tres días después de la otra. La primera el 6 de agosto de 1945, y la segunda, el 9 de agosto. Es decir, después de ver la masacre que había provocado la primera, decidieron soltar la segunda. Por eso es mucho peor, y por eso supongo que se habla mucho menos de ella. Las autoridades estadounidenses intentaron convencer al mundo que las bombas evitaron cientos de miles de víctimas japonesas. Que satisfacción produce cuando los mandatarios piensan en lo mejor para la gente. Uno se acuerda de inmediato en Netanyahu. ¿No es asombroso hasta dónde puede llegar la búsqueda del bien? Al final, la tragedia se saldó con excesiva carne atómica para unos antropófagos insatisfechos.
El relato estadounidense se ha edificado sobre la visión autoritaria, maniquea y falsa de ser un país encadenado a su papel de víctima. En realidad, no miente quien no dice la verdad (por ignorancia), sino quien dice aquello que sabe que no es verdad. El sheriff global, y todas sus formas de dominación, opresión, explotación y sometimiento, oscurece sus atrocidades desde el cinismo exculpatorio. Como si te echaran de la Gestapo por exceso de sadismo. No se lo cree nadie.
Vivimos tiempos de posverdad, y el poder económico y político entiende que ya no necesita justificar sus decisiones. Las puede exhibir abiertamente, convertirlas en espectáculo y bromear sobre ellas. En la resolución de enero 187/2025, el gobierno de Milei evaluó la discapacidad intelectual en términos de “idiota”, “imbécil”, “débil mental profundo”, débil mental moderado” y “débil mental leve”. No fue una broma. Fue un brote de autismo libertario de un gobierno deshumanizado hasta los tuétanos.
La gran “broma” vino después, al endurecer los criterios de obtención de recursos y apoyos económicos para los discapacitados y sus familias. Rodrigo Rey, arquero de Independiente, y su esposa publicaron un comunicado de rechazo al veto de Milei contra la Ley de Emergencia en Discapacidad. “Esto no se trata de estar de un lado o del otro. Se trata de Derechos Humanos (…)”. “(…)Desatender un derecho tan básico de la propia humanidad es inadmisible”, expresaron. Sin embargo, sí se trata de estar de un lado o del otro. Cuando un presidente ataca de forma tan salvaje los derechos humanos, y deshumaniza de forma tan irracional a los más vulnerables, claro que es importante posicionarse. El futbolista encabeza una campaña para darle visibilidad a las personas con discapacidad intelectual. Necesita el apoyo social de la ciudadanía. Su hijo menor padece un trastorno de espectro autista, y el propio jugador sufre una especie de disfluencia en el habla que pudo mejorar con la atención de una fonoaudióloga.
En la forma decisiva en que los más ricos cambiaron la ideología de nuestras sociedades ya no buscamos soluciones comunes, ahora creemos que nos salvamos solos. No es verdad. No nos salvamos solos. La fuerza está en el acompañamiento, en el cuidado de unos a otros, para sostenernos, para resistir, para cambiar las cosas. Rodrigo Rey comprobó, de primera mano, la injusticia hacia su hijo, y la visión desoladora de como a los débiles se los deja tirados a la intemperie. Desde su fama -ese gran altavoz mediático de unos pocos- consiguió que se lo escuchara. Muchos no tienen ese privilegio. Tal vez, en un futuro, entone una palabra amable, un gesto, una caricia en defensa de los jubilados, de la sanidad y de la educación pública, de los más desprotegidos. Se necesita voces que despejen la bruma. Hoy por ti Rey, mañana por los demás. La vida va de eso. “Ellos tienen el reloj, nosotros tenemos el tiempo”, dice un proverbio afgano.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979