Javier Milei se impuso no insultar. Es lo que dice en público y hasta ahora, con alguna leve recaída, viene cumpliendo. Algo minuciosamente pensado y que comparte con su asesor principal, Santiago Caputo. Para la provincia de Buenos Aires, próximo objetivo electoral del Gobierno, y más si piensa en el electorado menos convencido, aquel discurso disruptivo que le sirvió para llegar al poder tal vez no sea tan eficaz. Así razona Milei. Necesita discutir su programa y sus reformas: el libertario fervoroso no lo abandonará porque haya bajado la voz.
Es un cambio tenue de estilo y habrá que ver cuánto dura. En privado, el Presidente y sus adjetivos y metáforas son los mismos. El miércoles por la noche, por ejemplo, explotó contra los bancos. El Gobierno no había podido renovar más que el 61% de la deuda y en su entorno lo notaron muy molesto. “Son unos hijos de puta”, lo oyeron decir. El Banco Central se encargó del resto: anunció al día siguiente el cuarto aumento de los encajes bancarios en menos de un mes.
No parece el sector más aconsejable para confrontar en campaña. Pero a Milei no lo incomoda la tensión. ¿Es espontáneo? ¿También lo tiene calculado? Por lo pronto no esquiva el riesgo. Los bancos no son fáciles. También hablan, por ahora off the record, con palabras fuertes: “Nos están rompiendo el ojete”, protestaron anteanoche en el directorio de uno. Le reprochan al Gobierno estar atentando contra el corazón del negocio: que les restrinja la liquidez y que eso dispare las tasas porque esos nuevos valores, dicen, rigen para apenas un tercio de los créditos, que son los de plazo más corto. “Los otros dos tercios de la cartera ya están prestados a tasas viejas que no llegan ni a la mitad”, se quejan.
La reunión que tuvieron anteayer por Zoom con las autoridades del Banco Central tampoco ayudó a descomprimir. Había más de 200 personas y varias de las dudas quedaron sin contestar. Ayer se desplomaron las acciones en Nueva York. En los bancos quisieran además entender si la estrategia del Gobierno con el sector parte de un consenso interno cabal o, por el contrario, de ideas que Milei imparte contra la convicción de su ministro de Economía, Luis Caputo, y Santiago Bausili, presidente del Banco Central. La decisión de desarmar las LEFI, por ejemplo, el instrumento de deuda que tenían los bancos y dejó casi 6 millones de pesos sueltos que le meten presión al dólar. Varios economistas, entre ellos Carlos Melconian y Emmanuel Álvarez Agis, se hicieron esta semana en público la pregunta de si no había ahí una divergencia no asumida. No lo sabrán nunca porque el equipo económico se mueve y expresa sin fisuras.
En todo caso, la conclusión será la misma que saca el mercado: el Gobierno hará todo lo posible por contener el dólar y la inflación, incluso a costa de comprometer la actividad económica con tasas altas. Cualquier externalidad, incluso una recesión, resultará según la óptica libertaria menos dañina que una corrida tres semanas antes de las elecciones en el principal distrito del país.
A los empresarios los preocupa. El endurecimiento de esta política ya provocó un leve aumento en la morosidad, que pasó del 3 al 6%, y afecta a pymes y a los consumidores más expuestos. “Es un promedio: Charlie Blaquier no se va a atrasar con el resumen de la tarjeta, pero por ahí la señora de La Rioja sí”, aclararon en un banco. Pasa lo mismo con las empresas de consumo masivo, algunas de las cuales han empezado a tener incumplimientos con el cliente o el proveedor. La Suipachense, una láctea que viene atravesando múltiples problemas desde la salida de su controlante, el grupo venezolano Maralac, y que acumula ya 300 cheques rechazados, les envió esta semana a sus clientes un WhatsApp en el que advertía que se resentirían los envíos. “Queremos comunicarle que nuestra empresa está atravesando una situación financiera compleja que, lamentablemente, ha afectado el funcionamiento habitual de nuestra cadena de suministros. Los plazos de entrega de nuestros proveedores se han visto acortados, lo cual nos dificulta obtener los insumos necesarios en tiempo y forma. Ante este contexto, nos vemos en la necesidad de priorizar la condición de pago de cada cliente y las zonas de entregas (solo CABA y GBA), con el objetivo de optimizar nuestros recursos y cumplir con los compromisos asumidos de la mejor manera posible”.
Con excepción de Arcor, que obtuvo ganancias, varias empresas de alimentos –Molinos, Ledesma, Mastellone– reportaron esta semana pérdidas a la Comisión Nacional de Valores. Martín Rappallini, presidente de la Unión Industrial Argentina, difundió ayer una declaración que atribuía el problema a una “situación estructural” que se debía resolver corrigiendo “distorsiones sistémicas”. Es decir, con reformas profundas.
Es el punto en que las urgencias de los empresarios coinciden con las de un gobierno en minoría y en campaña. Por eso los bancos no protestan por ahora en voz alta: esperan que pase el temporal. Es también la atmósfera que se vive dentro del Palacio de Hacienda, que hasta tiene en su staff un candidato para la provincia de Buenos Aires: Alejandro Speroni, subsecretario legal y técnico, que encabeza la lista para senadores de la séptima sección, área que incluye los municipios de Azul, Bolívar, General Alvear, Olavarría, Roque Pérez, Saladillo, Tapalqué y Veinticinco de Mayo. “Acá no se habla de otra cosa”, dice un empleado de planta.
El Gobierno necesita un resultado decoroso y eso es algo que ninguna encuesta está en condiciones de anticipar sin error. El instructivo de discurso de campaña que le entregó a cada candidato de La Libertad Avanza proyecta una baja concurrencia a las urnas. “Gana quien moviliza al electorado”, sentencia, lo que en una contienda legislativa provincial equivale a decir que dependerá en gran medida de los intendentes. Una mala noticia para fuerzas en minoría: de los 135 municipios que tiene el territorio, 84 están gobernados por peronistas y explican más del 80% de la población bonaerense.
Por eso Milei intenta que la discusión sea sobre el modelo. No puede darse el lujo de que la inflación se desmadre ni siquiera de manera transitoria. Se entienden así los llamados del Palacio de Hacienda a supermercados para convencerlos de que no acepten aumentos de mayoristas. Hasta ahora, las mediciones que hacen diariamente sobre canasta básica y frescos para las dos primeras semanas de agosto dan idénticas al mismo lapso de julio, 1,3%, lo que permite proyectar un IPC general en derredor del 2%. Parecido al 1,9% que el Indec dio a conocer el miércoles.
La propuesta del Gobierno es entonces contrastar con el pasado. Lo explica el apartado “Nuestro enemigo” del instructivo, que incluso da nombres. “En la provincia de Buenos Aires el kirchnerismo se expresa en su peor versión: Massa, Galmarini, Kicillof, Katopodis –exministro de Alberto Fernández–”. Nada muy sofisticado. Al contrario: es el mensaje más nítido posible para una elección de utilidad difusa desde la óptica de la sociedad. “Por estas ideas, ya fracasaron en el país y se quieren resguardar en la provincia de Buenos Aires, para seguir robando y arruinándonos la vida. Para eso armaron esta elección ridícula”, se explaya el texto.
Anteayer, en La Plata, el Presidente cumplió casi con el 100% de estas recomendaciones. “Comunista”, le dijo varias veces a Kicillof. Leyó el discurso, extraño en un acto proselitista, y casi no improvisó. La disciplina del líder irascible que ha decidido atenuar sus adjetivos. De puro obsesivo.