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sábado, agosto 23, 2025

Un futuro mejor para la macro argentina

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Haroldo Montagú y Mara Pedrazzoli *

La inflación y la dependencia del dólar siguen siendo el verdadero talón de Aquiles de nuestra economía. Entre recetas ortodoxas de ajuste y modelos que no lograron diversificar la producción, Argentina necesita un camino distinto.

Un nuevo informe de Futuros Mejores plantea reservas genuinas, estabilidad de precios y un Estado que administre el tipo de cambio para favorecer el desarrollo.

Se dice mucho que la Argentina es un país “de mierda”. Sin embargo, objetivamente, lo único que no es normal en Argentina es nuestra dolarización y su consecuente inflación. Mientras el país se parece a sus vecinos en muchos de los indicadores sociales y/o productivos, convive desde hace décadas con un círculo vicioso entre devaluaciones y suba de precios. Cada salto del dólar repercute de inmediato en los alimentos, en los insumos importados y, finalmente, en el bolsillo de la gente.

El gobierno de Javier Milei asumió con un diagnóstico simplista: la inflación es producto de la emisión para financiar el déficit. Así aplicó un ajuste drástico, devaluó y buscó dólares prestados. El resultado es paradójico: el peso fue la moneda más apreciada del mundo en 2024, pero esa “fortaleza” se apoyó en endeudamiento, blanqueos y desembolsos del FMI, no en divisas genuinas.

Mientras tanto, la inflación acumuló casi 90% en los primeros meses de gestión y la economía entró en recesión (aún con el rebote del sector agro luego de la sequía de 2023).

La historia ya mostró los límites de estas recetas. En los noventa, la estabilidad cambiaria se pagó con industria y empleo. Posteriormente, los modelos de dólar alto y controles, en cambio, protegieron la producción, pero alimentaron la inflación y las brechas cambiarias. Ninguno logró consolidar un sendero estable.

Frente a esto, desde Futuros Mejores, un colectivo de jóvenes profesionales que venimos pensando y dialogando con la sociedad cuál es la agenda alternativa pendiente para la Argentina, proponemos una definición distinta de “macro ordenada”. No es déficit cero a cualquier costo ni endeudamiento perpetuo para sostener un dólar barato. Tampoco es relegar el término por cuestiones ideológicas (“el tema no es macro ordenada sino sólo política industrial” nos dicen colegas heterodoxos). Para Futuros Mejores, una “macro ordenada para Argentina” a largo plazo, apunta a fomentar inversiones que diversifiquen la estructura productiva y promuevan el crecimiento y el desarrollo social. En el mediano plazo, procura mejorar el perfil de deuda pública y garantizar tasas de interés sostenibles. A corto plazo, busca responder a crisis, como las de balanza de pagos, estabilizando la economía frente a shocks externos o endógenos. Y para alcanzarlo, proponemos tres ejes.

El primero es una política cambiaria con volatilidad administrada, con bandas explícitas y flexibilidad frente a shocks externos. El tipo de cambio no puede ser una variable librada al mercado: es también una política industrial que debe reflejar la estructura productiva y proteger al empleo. El mundo ofrece un ejemplo claro: aunque se hable de flotación, casi todos los países intervienen activamente en sus mercados cambiarios. La flotación administrada es la norma, no la excepción. Argentina debe asumir esa lógica, pero hacerlo con responsabilidad y sin repetir la dependencia del endeudamiento externo.

El segundo eje es la acumulación genuina de divisas. La Argentina necesita más exportaciones y, sobre todo, más exportadores. Hoy la cantidad de empresas que venden al mundo está estancada en siete mil. Para crecer se requiere infraestructura, logística, certificaciones de calidad y reglas claras que permitan diversificar sectores estratégicos. Todos los temas que Milei abandonó.

El tercero es un equilibrio fiscal intertemporal. Los déficits crónicos generan tensiones –no como lo cuenta Milei sino sobre el tipo de cambio–, pero los superávits perpetuos a costa de recortes en áreas clave también son dañinos. Proponemos déficits justificados en coyunturas críticas y equilibrio en tiempos de bonanza.

A esto se suma la necesidad de una tasa de interés positiva en términos reales (pero no la supertasa que vimos por estos días). Solo así se puede promover el ahorro en pesos sin desincentivar la inversión productiva, que depende más de la demanda interna que del costo financiero. La historia reciente muestra que una tasa de interés negativa no logró aumentar la tasa de inversión productiva y alentó la dolarización de los ahorros.

Una macro ordenada, en definitiva, significa acumulación de reservas, inflación controlada y salarios en equilibrio con los precios. Es una condición necesaria para cualquier política de desarrollo, pero no suficiente por sí sola. Como solemos decir: “sin la macro no se puede, pero con la macro sola no alcanza”. La macro tiene que ser el piso y no el techo del desarrollo.

* Economistas de Futuros Mejores.

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