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viernes, septiembre 5, 2025

Benjamín Avila: cómo logra arrancar el costado más dramático de Natalia Oreiro

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Benjamín Avila es de un hablar pausado, pero jamás quita la mirada a su interlocutor. No lo hace en tono desafiante, sino como escudriñando, intentando saber qué efectos tienen sus palabras. Como lo hace con las imágenes de sus películas, ni más ni menos. Benjamín estrenó ayer La mujer de la fila, protagonizada por su amiga Natalia Oreiro, con quien ya había rodado Infancia clandestina, el filme que en su momento fue el elegido por nuestro país para competir por el Oscar y estuvo nominado a la mejor película iberoamericana en los Premios Goya, en España.

¿Repetirá el mismo camino esta historia basada en hechos reales, sobre una madre que de pronto se encuentra con que su hijo adolescente es encarcelado por un delito que no se sabe si lo cometió o no?

-¿Cómo te enteraste de la historia?

-La historia me llegó a partir de Mariana Volpi, una amiga abogada de cine que también trabaja en la Procuración penitenciaria. Me dijo que los productores estaban buscando una historia, un director para esa historia, y me pasaron la charla TED que había dado Andrea Casamento, que sería le personaje central de nuestra película. Me pareció impresionante esa historia, con todas las cosas que tenía, y a partir de eso fue cuando nos juntamos con los productores, nos conocimos y empezamos a trabajar un tiempo después con Marcelo Muller, que es un amigo brasileño con quien también escribí Infancia clandestina.

Benjamín Avila no lo pensó dos veces al armar el guion: la protagonista «era» Natalia Oreiro. Fotos Bruno Imanol

-¿Y por qué decidiste filmarla?

-Después de mucho tiempo había encontrado una historia que realmente me emocionara, me pareciera muy fuerte que también tuviera los condimentos sociales y políticos, que trajera preguntas incómodas. Hace tiempo que una historia enorme no me parece tan interesante, así que decidí meterme de lleno ahí y en el caminar con Andrea y las mujeres. Y fui encontrando también el por qué y el para qué hacer esta película. Como toda historia, uno va encontrando las razones más profundas al hacerla, y la verdad que fue un gran acierto.

Con la cara de Natalia Oreiro

-¿Pensaste de inmediato en Natalia como protagonista? Hacía 14 años que no trabajabas con ella. ¿Qué encontrás en Natalia, podés definirme qué es lo que te lleva a querer trabajar con ella?

-La verdad es que cuando empezamos a desarrollar el personaje y la historia, en un principio yo pensé inmediatamente en Natalia. Y suponía que dependiendo del guion que lográramos armar, iba a poder acercársele al personaje. Cuando terminamos la primera versión, estaba muy contento con esa versión, cosa que nunca me había pasado, ¿no? Tener una primera versión tan sólida a nivel de estructura. Así que ahí me acerqué a Natalia y ella le encantó. Le encantó todo, la historia, el propósito.

Andrea (Natalia Oreiro) en una pesquisa en la cárcel donde su hijo está preso.

-¿Recordás que te dijo, cual fue su primera impresión?

-Me dijo “Esto es una historia durísima, pero con luz. Tiene luz. Es tan necesaria en esta época”. Es una historia con luz, y la verdad que veíamos que era para este momento. Los dos veíamos lo mismo. Así que a partir de ahí fue básicamente profundizar e ir encontrando los detalles más sutiles del trabajo.

Con Natalia. ¿Qué fue lo primero que la actriz le dijo al leer el guion?

Las mujeres de la fila reales

-Las otras mujeres de la fila son madres y parientes de detenidos. ¿Cómo las elegiste? ¿Participó la ACiFaD, la asociación que las nuclea?

-Sí, en la película todas las mujeres de la fila, excepto algunas actrices, todas las demás son mujeres reales de la fila. Y la gran mayoría sí, y todas pertenecen a la Asociación de Familiares que armó Andrea junto a otras mujeres, hace más de 20 años. Para ellas fue muy, muy emocionante participar, porque también sentían que por primera vez eran vistas, que eran tenidas en cuenta, y lo agradecían mucho. Para mí la cárcel es el lado oscuro de la sociedad.

Y por otro lado, para nosotros eran las protagonistas, ellas eran de quiénes estábamos hablando. Así que fue muy emocionante el proceso con ellas. Su participación fue en diez días de rodaje. No podían creer las escenas que estaban viendo.

Oreiro y las auténticas «mujeres de la fila», madres de detenidos. Falta mucho para que llegue a Netflix.

-¿En qué te ayudaron?

-En terminar de hacer algunos detalles durante el rodaje. Fue un proceso muy humano, muy profundo.

-¿Te fue fácil conseguir filmar en esa cárcel, o son interiores que están reconstruidos?

-No fue nada fácil conseguir filmar en las cárceles, sobre todo en Ezeiza, que es el lugar real donde yo quería filmar, porque ahí habían sucedido los hechos reales y sobre todo porque espacialmente tienen algo que es único, que es ese tránsito entre el exterior y el interior a través del viaje en colectivo, yendo a las unidades penitenciarias.

«No fue fácil filmar en las cárceles de Ezeiza», confió Avila a Clarìn.

Pensá que Ezeiza son seis cárceles, no es una sola prisión. Y fue la primera vez que se filmó en la cárcel de Ezeiza. Una ficción nunca se había hecho allí. Y después todo lo que es interior, la sala de visitas, la requisa y todo eso sí son locaciones.

La realidad supera a la ficción

-En “Infancia clandestina” contaste una historia que te tocaba bien de cerca. ¿Creés que la realidad siempre supera a la ficción?

-La realidad siempre supera la ficción. Es inevitable. La vida es mucho más compleja e interesante, e increíble e inverosímil en los términos de ficción. Cuando uno encuentra historias como ésta, a veces es muy complejo cambiarla o modificarla para que sea verosímil. Y creo que fue un buen trabajo de decantación de las acciones que habían sucedido en la historia real para poder llegar al lugar al que llegamos.

Una escena de «Infancia clandestina», que estrenaron en 2012.

-En la actualidad ¿notás un desaliento a la producción de películas como ésta? ¿Cómo se hace para poder seguir filmando un cine comprometido?

-Sin duda es una época extremadamente difícil para filmar en la Argentina y como hoy también es muy difícil pensar algún tipo de temática de estas películas, creo que en La mujer de la fila logramos esa mixtura entre una temática social y una película con un mensaje y una propuesta de debate muy interesante. Creo que puede llegar a mucho público, porque es una película que es accesible por un lado, y por otro es bien compleja a la hora del planteo de su temática. Creo que logramos algo parecido a lo que sucedía en Infancia clandestina en esos términos.

-¿Cómo ves la actualidad del cine en la Argentina? ¿Y de la Argentina en general?

-Creo que estamos viviendo una época muy oscura en todos los términos en el mundo y en la Argentina, que la producción de cine está completamente afectada. Como también creo que el país está en un momento de mucha oscuridad. Va a ser difícil poder sostener en los próximos dos años el nivel de producción que se venía teniendo. Ahora vamos a depender más de las plataformas. Por suerte Netflix y algunas plataformas están interesadas en otro tipo de temáticas que también nos interesan a nosotros. Por lo tanto, ahí podemos encontrar algún hueco.

Pero yo confío que en los próximos dos años, de acá a dos años, todo esto cambie y volvamos a tener el verdadero cine y el sistema de fomento que teníamos, con la Ley de cine, y que eso nos ayude a volver a repensarnos de qué manera volver a producir nuestras propias historias.

-Tenés un par de proyectos, «Pimienta roja» y «Yo soy Gilda: Amar es un milagro», una serie con Brenda Asnicar.

-Esos dos proyectos están durmiendo la siesta. Aún no sabemos nada.

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