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martes, abril 22, 2025

El Papa Francisco: su legado

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En la mañana de este 21 de abril nos levantamos escuchando la dolorosa noticia del fallecimiento del Papa Francisco. Con sorpresa, pues el Domingo de Pascua había saludado a los fieles reunidos en la Plaza San Pedro. En las primeras horas todos quedamos petrificados, consternados por tan gran pérdida. Me viene a la memoria en este momento recordar aquellas primeras horas de la tarde del 13 de marzo de 2013, en que fuimos gratamente sorprendidos y llenados de asombro ante la noticia de “habemus Papam”, y lo más asombroso fue que éste era ni más ni menos que el cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires. Sorprendió también que el nuevo pastor universal de la Iglesia se imponía a sí mismo el nombre de Francisco.

Recuerdo que estando ese día de visita pastoral en una parroquia, el sacerdote echó a vuelo las campanas y una feligresa me dijo: «¡Padre, Pentecostés en Cuaresma!». Por primera vez en la historia de la Iglesia se elegía un Papa de América Latina, un Papa argentino. Con la elección de Francisco es como si las Iglesias, fruto de la primera Evangelización de América, hubieran llegado a una madurez tal que uno de sus hijos fuera cabeza visible de la Iglesia toda y asumiera la solicitud por todas las Iglesias. De este modo se llevaba al centro del catolicismo la experiencia, la vivencia y la enseñanza de las Iglesias de Latinoamérica, y en particular de la Iglesia en Argentina; de la periferia al centro, para desde allí, con acento argentino y latinoamericano, el Papa Francisco llevara a todo el mundo la riqueza de estas Iglesias. Tal ha sido así que hoy en diversas partes del mundo se leen los Documentos del Celam (Puebla, Aparecida, etcétera), que antes sólo estaban limitados a los propios latinoamericanos.

Fue una gran gracia para todos nosotros. En primer lugar, quiero destacar su misión de pastor universal, sobre el que recae “la solicitud por todas las Iglesias”; fue el servidor de todos, “siervo de los siervos de Dios”. Ejerció con gran amor el ser Vicario de Cristo en la Tierra, sucesor del Apóstol Pedro. Dirá Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia a Jesús: “Tú cuando te fuiste de entre nosotros, no nos has dejado huérfanos, sino que nos has dejado a tu vicario, el cual nos da el mismo bautismo del Espíritu Santo” (Catalina de Siena, “Elevaciones” II en “Obras de Santa Catalina, BAC Madrid 1955, p 572). Y en la obra “Diálogos”: “El eterno Padre dirá: ¿a quién le dejo las llaves de esta sangre? Al glorioso apóstol Pedro y a todos los demás que han venido y que vendrán después de él hasta el día del juicio final. Ellos tuvieron y tendrán la misma autoridad que tuvo Pedro y ninguno de sus defectos disminuirá nunca su autoridad; ni le quitará jamás a la sangre su perfección, ni a ningún sacramento” (Ibíd., diálogos 115 en o.c pág 401).

La unidad del catolicismo

Una vez en el seminario donde me formé para sacerdote vino un pastor luterano que nos dijo que la debilidad de los católicos era que no conocíamos bien las Sagradas Escrituras, pero nuestra fortaleza era el Papa, pues le daba unidad al catolicismo y lo guiaba como pastor universal.

El Papa Francisco nos ha guiado en estos doce años de su pontificado, antes que nada, a través de sus gestos. Gestos cargados de significado y que tenían la intención de comunicarnos un mensaje: recordamos su viaje a Lampedusa donde llegan los migrantes del África, muchos de los cuales mueren en el mar; en esa ocasión el Papa dijo: “Sentí que tenía que venir hoy aquí a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo que ha sucedido no se repita” (8/7/2013). Sus viajes han sido preferentemente a países periféricos; su atención ha estado siempre en subrayar las graves injusticias que atentan contra la dignidad de la persona humana, poniendo su preferencia en los pobres, descartados y excluidos de la tierra. O aquel gesto impresionante estando él solo en la plaza de San Pedro, en medio de la pandemia orando por todo el mundo.

Gestos y palabras

Nos ha enseñado también con sus palabras, con su magisterio a través de las Encíclicas, Exhortaciones Apostólicas y diversos documentos. Por ejemplo, nos alertó y ayudó a tomar conciencia del grito de los pobres y del grito de la tierra con la encíclica “Laudato Sí”, que se adelantó a las conferencias del medio ambiente haciendo tomar conciencia de la gravedad del problema.

Nos recordó, en el año de la misericordia, con la bula “misericordiae vultus”, (El rostro de la misericordia), que ésta era “la viga maestra de la Iglesia”: “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia «vive un deseo inagotable de brindar misericordia “. En esa Bula expresó uno de sus grandes deseos: “¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros”.

En la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” (El Gozo del Evangelio) nos expresó otro de sus sueños: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación”.

Y en este último tiempo nos había indicado que “la sinodalidad es el camino de la Iglesia del tercer milenio”: “Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar «es más que oír». Es una escucha reciproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el «Espíritu de verdad» (Jn 14,17), para conocer lo que él «dice a las Iglesias» (Ap 2,7).

Y nos exhortaba: “Debemos proseguir por este camino. El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión”. “Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio.”

Rosario en sus menciones

Aún en medio de sus grandes labores, siempre se acordó de Rosario. Lo hizo de manera explícita dos veces; en ambas oportunidades por medio de un mensaje en video. No olvidaremos nunca estos gestos de consideración del Papa hacia nuestra arquidiócesis. La primera vez fue con ocasión del Año Mariano Arquidiocesano que vivimos desde el 7 de octubre de 2022 hasta el 7 de octubre de 2023, animándonos a vivirlo intensamente, y a ser auténticos misioneros e instrumentos de paz. La segunda vez aconteció mientras estábamos viviendo momentos dramáticos en Rosario por la violencia que la asolaba. En esa dramática circunstancia el Papa Francisco nos decía: “Sabemos que en el camino de la paz se deben transitar respuestas complejas e integrales, con la colaboración de todas las instituciones que conforman la vida de una sociedad. Es necesario fortalecer la comunidad. Todo Pueblo tiene en sí mismo las herramientas para superar aquello que atenta contra su propia integridad, contra la vida de sus hijos más débiles… Nadie de buena voluntad puede sentirse excluido ni ser excluido de la gran tarea de que Rosario sea un lugar en el que todos puedan experimentarse hermanos”. Volvió así a darnos un mensaje con estos gestos que nos mostraron su afecto y solicitud por nuestra ciudad de Rosario.

El Papa con sus gestos ha imitado a Jesús. Nos ha animado siempre a romper prejuicios, a recibir la vida como viene, nos ha invitado permanentemente a acercarnos a los alejados y marginados. Y constantemente a ser una Iglesia en salida misionera.

Estamos llamados a seguir su legado; pidamos la gracia de imitar sus gestos y aprender de su enseñanza, a ser constructores de la paz, de una sociedad más justa y fraterna.

Recemos por el eterno descanso de su alma para que el Señor lo reciba en su gloria y le dé la recompensa que Él tiene preparada para los que le han amado y servido con fidelidad en esta tierra. Encomendemos su alma a la intercesión de la Santísima Virgen María. Amén.

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