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sábado, junio 21, 2025

Rosario, celeste y blanca: los detalles desde adentro de la fiesta patria de la ciudad

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Familias rosarinas y turistas desfilaron este viernes, desde media mañana, por el centro de Rosario hacia el Parque Nacional a la Bandera, guiados por los aromas de la leña y la carne, por el sonido del chamamé y las zambas, por los colores celeste y blanco replicados en todas partes. Este 20 de junio amaneció frío, pero no tanto como otros días. El cielo despejado ayudó a llenar, desde temprano, la zona del Monumento Nacional a la Bandera en uno de los eventos más convocantes del calendario en la ciudad: el Día de la Bandera. La cita fue donde siempre, en el Monumento Nacional a la Bandera, y las propuestas fueron disfrutar de música, gastronomía y actividades para toda la familia.

A pesar de que la histórica tradición suele traer cada año al presidente para que hable en el acto oficial, este año Javier Milei no estuvo en la ciudad. En el escenario, encabezaron el acto el intendente Pablo Javkin y el gobernador Maximiliano Pullaro. De visita, pero sin discurso, estuvo la vicepresidenta Victoria Villarruel.

La verdadera fiesta comenzó poco después del acto oficial, cuando la multitud que había estado frente al escenario principal comenzó a desplazarse lentamente hacia el Parque Nacional a la Bandera. En esa zona, se sentía el espíritu más popular de la celebración. En todos los rincones pasaban cosas diferentes: fogones de asadores, bailes folclóricos, feria de emprendimientos locales y puestos de pastelitos y empanadas. Todo con un cielo que, a media mañana, empezó a abrirse con un sol radiante. La gran apuesta, por la tarde fue la música en vivo desde dos grandes escenarios, con figuras convocantes como Santiago Motorizado y Coti Sorokin.

Rosario venía de vivir una semana colmada de emoción patriótica: más de 30.000 chicos y chicas de todo el país prometieron lealtad entre el martes y el jueves de esta semana. Un preludio cargado de mochilas, escarapelas y entusiasmo que se transformó, este viernes, en una verdadera fiesta.

«Estas fiestas unen»

Abuelos con sus nietos, grupos de amigos, parejas. La gente se acomodaba sobre mantas o reposeras, con el mate en una mano y un pastelito o torta frita en la otra. Mientras tanto, el humo de los asadores marcaba el ritmo del mediodía.

Rosa, docente jubilada y correntina de casi 80 años, vino desde Buenos Aires para compartir el feriado con su nuera rosarina, Fabiana. “Yo soy docente, así que toda la vida fui a todos los actos. Antes de los actos de gala, viste. La gente se ponía de punta en blanco, todo era solemne. Ahora ya es más relajado, más popular. Y con algunos negocios anexos”, comentó a La Capital. Fabiana, nacida en Rosario, compartió que por lo general participa en estos actos y celebraciones, y a “este en particular, trato de venir porque nos representa, porque tuve la bendición y la suerte de nacer acá y creo que es un orgullo”.

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Foto: La Capital / Virginia Benedetto

Este Día de la Bandera no fue vivido como un simple feriado, sino como una oportunidad para el encuentro y el disfrute. “Hoy está hermoso, entonces dijimos: vamos a salir y salimos con un Citroen que tenemos. Es viejito, con una bandera para que todo el mundo lo vea”, comentó una señora mayor que llegó a la festividad acompañada por su esposo y su hermana. Analizó que lo patriótico siempre supera a lo partidario: “Siento que estos actos y fiestas unen y nosotros tenemos que sumar, no importa cómo el otro piense. Tenemos 11 nietos y yo quiero que vean eso, que puedan ver la argentinidad en la calle. Que sepan por qué hoy nosotros conmemoramos este día”.

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Un emblema de la ciudad

No sólo locales y turistas se acercaron al Parque a la Bandera. Mucho más temprano que ellos, emprendedores y comerciantes llegaron a la zona para instalarse cada uno con su propuesta. Diana, una vendedora de banderas que se mudó a Rosario hace poco más de un año, vivió el evento cargada de emoción: “Ver izar la bandera acá me hizo llorar. Es la primera vez que lo veo. Del lado del acto político había poca gente. Acá está el contacto con la gente, con la música. Es la verdadera celebración”.

El paseo entre los puestos de comida era una atracción en sí misma. Las colas para comprar pastelitos y tortas fritas fueron cada vez eran más largas. Eli, al frente de un puesto de panificados, comentó: “Lo que más se vende son los pastelitos de batata. Vinimos a probar suerte vendiendo pero yo vengo a pasar el día hace muchos años”.

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Foto: La Capital / Virginia Benedetto

Más allá de vender, Eli se propuso disfrutar de la fiesta con su familia y resumió el espíritu de la jornada: “Cuando venís acá te encontras con un poco de todo. Tenés los que venden, los que hacen show y los que realizan el acto protocolar. Es un emblema de la ciudad y creo que todos lo sentimos así”.

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Las ferias de emprendedores y de economía social también eran el punto fuerte de la jornada. Mónica, feriante en La Fluvial, llevó sus creaciones artesanales. “Son diseños propios, no hay nada de marca registrada. Son todas ideas de cada persona que hace las cosas. No hay nada de reventa”, aclaró a La Capital.

El recuerdo de la bandera gigante

Entre sus recuerdos, Mónica rescató una tradición que muchos rosarinos todavía extrañan: “Durante años acá se desplegó la bandera más grande del mundo, que era emocionante, pero después se dejó de hacer”. La comerciante hizo alusión al proyecto de Julio Vacaflor, una enseña patria gigante que era portada por los asistentes al acto y durante mucho tiempo fue la atracción principal de la jornada.

Ella fue testigo de aquella tradición: “Era una bandera que bajaba por calle Córdoba, daba toda la vuelta por acá, por avenida Belgrano, subía por Rioja, la llevaban todos los niños de todas las escuelas de la ciudad y de los pueblos vecinos. Vos querías y te ponías en la cola y agarrabas una punta de la bandera. Era muy emocionante”.

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Foto: La Capital / Virginia Benedetto

La pasión por el asado y la danza

Los fuegos de los asadores comenzaron a encenderse desde temprano, con más de 70 equipos dispuestos a mostrar su arte y competir por el mejor asado a la estaca. Emiliano, del grupo Aroma Gaucha, contó que para él esto va mucho más allá de una competencia: “Es una pasión. Lo hago por gusto. Este evento llama a mucha más gente, pero lo que más me gusta es el ambiente. El momento de cantar el himno a la mañana, eso no se hace en todos los eventos”.

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Foto: La Capital / Virginia Benedetto

El trabajo arranca con mucha anticipación: “Dos días antes empezamos a preparar todo: las estacas, los cuchillos, lo que vamos a traer. Hoy arranqué a las 4.30 de la mañana para tener todo listo a las cinco”. ¿Su secreto para el costillar criollo perfecto? “El humo de la estaca. Eso le da un gusto único”, reveló.

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Mientras tanto, a unos metros de los fuegos, el Patio de Baile latía al ritmo de zambas y chacareras. El público se sumaba espontáneamente, entre pañuelos al viento y zapateos.

Ángela, secretaria del grupo El Hornero, lo dijo con claridad: “Venimos a mostrar nuestras danzas y dar una clase abierta para que la gente se sume. Enseñar nuestras tradiciones siempre es un orgullo».

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Foto: La Capital / Virginia Benedetto

Mientras personas de todas las edades se sumaban a la música y a la danza, Ángela comentó: «El baile aporta identidad y pertenencia. Y alegría. Aparte, el baile tiene muchos beneficios para el cuerpo, para la mente, así que es una buena terapia y además hacemos patria».

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